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La higiene europea en la edad media


La higiene europea en la edad media era un asunto complicado. Aunque sea difícil de creer, esta era casi inexistente. Las personas no solían bañarse todos los días como lo hacemos nosotros en la actualidad. Bañarse solo una o dos veces en la vida era mas que suficiente. Solo en caso de matrimonios, enfermedades o alguna ocasión muy especial conllevaba a tal sacrificio. Eran como gatos. Repelentes al agua. De hecho los doctores de aquella época decían que el agua era dañina para la salud. Por lo tanto recomendaban hacer baños en seco, es decir, pasarse un trapo seco por el cuerpo. ¿Y las mujeres? De igual manera las féminas se empolvaban el cabello, se perfumaban y rara vez tocaban el agua

En palacios y casas de familia la existencia de los baños era nula. Cuando la necesidad imperaba, los callejones y patios hacían las veces de retretes. En las calles también era normal que la gente dejara su “huella” en cualquier lugar. Los sistemas de alcantarillado aun no existían; por lo tanto las ciudades medievales eran verdaderos vertederos de basura y excremento. Grandes metrópolis como Londres o París pudieron considerarse en aquel tiempo como algunos de los lugares mas sucios del mundo. Paradojicamente, en la antigua Roma las personas fueron mas aseadas. Los llamados “baños turcos” no solo servían para la higiene corporal sino también para encuentros sociales. Con el pasar del tiempo esta costumbre llego a Europa.
Además con la invención del inodoro o WC, los hábitos de higiene fueron mejorando progresivamente. A quien debemos tan maravilloso invento (aunque en la antigüedad ya existían algunos muy curiosos que ejecutaban la misma función) es a el ingles John Harington (poeta), quien en 1597 desarrollo el water closet de válvula, que bautizo “Ajax” y fue instalado en el palacio de Isabel I en Richmond. En 1775 John Cummins patentó un W.C. de cisterna, perfeccionado en 1778 por Samuel Prosse con su válvula esférica. Setenta años después, gracias al acta de Salud Pública inglesa, se obligó a instalar en todas las casas que se construyeran, un servicio de inodoro. Hacia 1890, este útil invento ya había llegado a todo el continente europeo.